Esta ciudad sabe a humo, un humo que no se ve pero que sientes en la boca, como si mascaras tabaco.
Es levemente dulzón y picante a la vez. Me gusta.
Despierta algo primitivo y salvaje en mi ánimo, algo que me incita a traspasar mis umbrales… Aunque no se cuáles.
En mi aventura de recorrer todas las capitales europeas y sus contornos, ahora estoy en España, en algún lugar de Castilla…
y algo de aquí me mantiene inquieto, alerta… No se, pero es sugestivo. Me gusta sentirlo.
Como cada vez que llego a un nuevo lugar en mi viaje, simplemente me dejo llevar, sin haber planeado nada.
Quiero que las experiencias me sorprendan y lleguen a mí, sin forzarlas. Me excita esa espontaneidad librealbedriesca
y el seísmo emocional que me provoca. Sé, que mientras experimente estas sensaciones estoy vivo, fijo.
Ha llegado ya la noche y nada interesante he vivido.
Pero la pegajosa sensación de que algo va a ocurrir y que además mi alma no va a querer evitar, sigue conmigo.
¡Joder, como me está transformando este viaje! Y a medida que creo llegar al umbral de mis límites, me voy percatando que estos realmente no estaban donde yo creía, que hay más extensión por delante a recorrer y que además allí hay «tesoros».
LA PARTIDA DE POKER
No sé cómo he acabado aquí.
Estoy en un garito a las afueras de la ciudad, un lugar que si ya afuera parecía caótico,
una vez dentro te sume en la densa niebla de lo inquietante y lo imprevisible.
Describir a los «habitantes» de este lugar me llevaría a bucear en mi mas profunda psique
y sacar de allí lo que de tan tenebroso es oculto y es secreto…
No sé si es exactamente temor lo que siento, pero me da vida.
La cerveza de este lugar es algo amarga, pero deliciosa
y mientras mi lengua dibuja el contorno de mis labios para saborear la espuma,
adivino una sala semi en penumbra al fondo del garito.
Tiene una puerta pero está abierta y un ser aparentemente humano de cerca de 2 metros parecía custodiarla.
Debo llevar ya muchas cervezas, porque me parece un orco recién llegado de Mordor.
Creo que voy bien.
Voy hacia aquella puerta que no tengo muy claro adónde me conduce, llego, me paro,
es como si sintiera que el orco va a cerrar el puño y me va a dar un mazazo entre los cuernos y fin de la historia.
Pero sólo me mira. Le sostengo la mirada como lo hago en cada ocasión que aparece algo similar a un desafío,
tal y como le vi hacer a John Wayne en alguna película. En esta ocasión parece que funciona.
El orco ha emitido como un ruido mitad lamento mitad gruñido.
Creo que es como un saludo e intuyo que la traducción más o menos es: «Puedes pasar tonto de los cojones, pero como te escantilles lo más mínimo te reviento de un mazazo» No me lo tomo como algo personal y entro.
Una lámpara parecida a las de billar cuelga apenas un metro encima de una amplia mesa circular,
pero os puedo asegurar que los personajes que están alrededor no son los caballero de Arturo… Tampoco esto es Camelot.
Juegan al póquer… bueno, mascullan palabras ininteligibles con exabruptos varios (estos sí entendibles)
mientras reparten cartas y recuerdos a las madres de los otros. Es como un desafio a ver quien es màs bestia y desagradable.
Pero no los temo, no hoy, no esta noche. Me siento invulnerable. Es más, voy a participar en la partida y les sacaré algo de dinero a estos pardillos. Me encanta el póquer y me siento como Steve MacQueen en el Rey del Juego.
Pero…
Han entrado..
Son tres. Estos son distintos. Son dos mujeres y un hombre. Definitivamente debo estar en una sucursal de la Tierra Media
porque si el de la entrada me parecía un orco, este tipo que va con las mujeres me parece Gollum… Hay algo en ellos…
La sala se ha callado y alguno se va. Sólo han quedado cuatro alrededor de la mesa.
Una de las mujeres se sienta en un sillón del fondo, en semisombra y el tipo que parece Gollum se queda de pie junto a la mesa. No puedo asegurarlo, pero creo que lleva un arma… y de buen calibre. Percibo que es peligroso, pero no le temo tampoco.
Y ella… Parece la cabecilla. Un halo invisible la rodea, me atrae y allí parecen temerla.
Yo no siento temerla, pero si percibo un respeto que me hace dudar.
Se lo que va a ocurrir. Ella va a jugar. fuerte, y si gana gana,
y si no gana… entonces creo que aquí habría una masacre. La mirada Gollun me lo dice.
Y ocurrió lo que tenía que ocurrir.
Se sentó, jugó y ganó… Vamos, como Napoleón. Los desplumó.
No acierto a describiros su sonrisa… Era dulce e inocente, pero también perversa e intrigante. Como sus ojos.
Después simplemente se levantó y me miró. Fue sólo un instante, pero el tiempo pareció congelarse.
Lo que sentí en aquella mirada es algo que me intriga y me emociona.
Se marcharon los tres con el mismo sigilo con el que llegaron pero con mucho más dinero en el bolsillo.
Fue entonces cuando pregunté a uno de los que quedaron:
.- ¿Quiénes son?
Me miró lánguidamente. .
-Mejor no quieras saberlo amigo. Son…extraños. Se dicen cosas de ellos…
Antes venían todos los días. Ahora creo que sólo lo harán de vez en cuando.
En algunas ocasiones cuentan las historias que han vivido y los hechos que cometen.
Y a veces nos da miedo, pero nos gusta. Volverán, eso es seguro.
Qué extraño está siendo este viaje, sí.
Siento que les conozco, a los tres, como ya me ha pasado con otras personas en esta aventura viajera.
Y siento que les quiero.
Sí, debía llevar ya muchas cervezas.
Quise asegurarme y le volví a preguntar:
.-Entonces, volverán seguro, no?- Me asintió con la cabeza.
Bien, pensé. Les esperaré, les esperaré siempre.
Y allí, «Pensando en la Oscuridad», lo pregunté:
.-Ah! Una ultima cuestión amigo. ¿Cómo se llama ella?-